Hace unos meses os hacíamos un anticipo de cómo nos pilló el coronavirus en St. Martin.

Como todos, no pensábamos que esto iba a ser ni tan grave ni tan largo. A nosotros nos caía realmente como algo remoto.

Seguíamos los acontecimientos mundiales, y nos pusimos a leer la prensa diaria, algo que no hacíamos desde hacía mucho tiempo.

En St. Martin las restricciones eran cada vez mayores, empezaron a prohibir estar en los parques naturales, luego a navegar entre calas y mas tarde, practicar deportes acuáticos, a ir a las playas y a bañarse. Igual que en Europa.

Mientras muchas islas permanecían abiertas y con total libertad de movimientos. Mas tarde cerraron todas, incluso alguna como Cuba expulsó a todos los barcos extranjeros que estaban en sus aguas.

Antigua permanecía abierta y con total libertad de movimientos para los navegantes.

Así que llamé a las autoridades de Antigua, al director de la Autoridad Portuaria y pedí permiso para ir allí. Advirtiendo que iba desde St Martin,  parte francesa. Sólo me preguntó cuando llegaría y me advirtió que ahora sólo había un puerto de entrada en la capital y que me dirigiera directamente allí. A St. John’s. había una página web que se actualizaba diariamente y que sólo advertía de ese requisito, ir directamente a St John’s.

Fuimos a la Autoridad portuaria de Sant Martin, pues en esas fechas, los ordenadores de check in y check out localizados en las tiendas y bares ya están bloqueados, y no se podían usar.

Yo ya había rellenado el formulario de salida de Francia por internet, y la autoridad portuaria no me puso ninguna pega para sellar el documento y nos desearon buen viaje. Eso si todos con mascarilla y guantes.

Vamos a la compra, ya es sabido que los mejores y mas surtidos supermercados son los franceses, y estamos preparados para zarpar.

Iba cansado delante teníamos 110 millas y pensé que con llegar antes de que cerrasen las oficinas a las 5 era suficiente, tenía tiempo. Así que comimos y me eché una siesta.

Salimos al anochecer, una buena travesía casi toda a vela, y las ultimas tres horas puse motor para acelerar, quería llegar antes de que cerraran las aduanas.

Llegamos a St. John’s, nadie contestaba a la radio, ni Customs, ni Coast Guard, ni Port Authority. Por suerte algún barco anclado por allí nos oyó, y nos dijo dónde debíamos anclar y a donde debíamos ir.

A las 16.30 llegamos a Aduanas en St John’s.

Y nada mas llegar, no nos dejan salir del pantalán dónde habíamos dejado el bote. Habían cerrado la entrada a los barcos de islas francesas a las 14.00. hacia 2.30H ! Y por culpa de mi relajada comida y mi siesta iba a descubrir que es una cuarentena en puerto.

Diferentes personas discutían entre ellos, unos decían que no podíamos entrar, la oficial de aduanas que cómo nos iban ha hacer volver a St Martin. Y yo con cara de tonto.

Puerto de St John’s, Antigua, el Plan B es el segundo cata.

Después de hora y pico, vino el gerente de la Autoridad Portuaria, nos dijo que nos podíamos quedar. Pero debíamos pasar una cuarentena de varios días, por lo menos una semana, y máximo 14. Paciencia. Anclados en el puerto, con un brazalete rojo, y sin bajar a tierra. Para colmo como todo puerto industrial el agua olía mal y no era limpia.

Segunda semana de confinamiento, mas relajados

Una semana más tarde, y después de varios intentos infructuosos de navegar, nos dejaron movernos a la parte exterior del puerto. El agua era limpia, podíamos bañarnos, y hacer windsurf. Empezábamos a mejorar.

 

Pedimos a un taxista que nos trajera frutas y verduras, cobró lo que quiso, claro. Y un pescador pasó y ofreció langostas. Cuerpo de fiesta no teníamos, pero aprovechamos la oportunidad. Nos levantaría la moral.

La oficial de aduanas se ofreció a ir a una tienda de telefonía local, nos trajo la oferta y nos compró una Sim local, Joaquín, mi hijo, paso casi tres meses trabajando abordo y necesitaba muchos datos para su telenauticwork.

Mientras las noticias en todo el mundo se ponen peor, y en el caribe, van cerrando todas las fronteras.

Empezamos a conocer casos en varias partes de mundo, de navegantes que han salido de un sitio y cuando llegan a su destino no les aceptan en ninguno, como seguramente habréis leído le pasó a una familia de canadienses en  Formentera. Algunos se quedan sin agua ni comida. En Panamá leemos que la comunidad de navegantes es mal vista por los locales y no les dejan bajar a tierra. Aprovisionarse es una aventura de riesgo.

Llegamos al día 8 de cuarentena, a poco de fin de nuestra primera semana se lía más. Declaran toque de queda en el país, sólo se puede ir a la compra de cosas esenciales de 7 a 12 de la mañana. Esto pinta mal.

Mientras la isla sólo tiene 23 casos de Covid-19 y 3 muertos, llegará a 24 y 4. Las Autoridades tienen pánico y se les nota y mas tarde nos lo reconocerán. Son conscientes que no tienen medios de ningún tipo y no pueden esperar ayuda de nadie.

Ya vemos que agotaremos los 14 días por lo menos, es jueves santo, llevamos 13 días, o nos liberan hoy o nos pasamos 5 días más. Por fin a las 14.00 el gerente de la autoridad portuaria, al que, por llamadas, wspp, incordiábamos cada día hasta que nos dejó romper nuestros brazaletes rojos.

¿Pero a dónde íbamos?  En los puertos con supermercados, en estos había colas de hora y media o mas en la calle para poder comprar. Así que La Autoridad Portuaria, nos propone que el día siguiente no, era Viernes Santo y estaba todo cerrado, pero el sábado un chofer suyo, con coche oficial nos recogería y nos llevaría a la compra. Nos Haría saltarnos la cola, y nos llevaría de nuevo al puerto. ¡¡Y así fue!!

Por fin aprovisionados y libres podíamos navegar y cambiar de aires.

Que mal acostumbrados estábamos, y eso que sólo fueron 15 días.

Nos vamos a la parte de Barlovento a Long Island, fondeamos a sotavento de una isla lujosa. Allí nos encontramos otros barcos que llevan de vacaciones perpetuas como nosotros. Enfrente tenemos un resort de lujo, cerrado, mansiones de lujo cerradas. Una de es de Ophra Winfrey. Vigilantes que no te dejan desembarcar. Pero aguas claras, sacamos nuestros juguetes y volvemos a disfrutar casi de la libertad.

 

Las semanas siguientes son muy entretenidas. Todos los barcos están como nosotros aislados del mundo en playas paradisíacas. Nos dedicamos a bucear, hacer windsurf, nadar.

Nuestra vida cotidiana, Mónica intenta aprender a tocar la guitarra, hace de peluquera y nos prepara exquisiteces para hacernos la vida mas agradable. Joaquín trabaja de lunes a viernes , Yo disfruto de todo.

Sant Jordi, no nos trajo ninguna rosa y hubo que dibujarla.

Vamos hasta Barbuda, a 30 millas y pasamos una semana entera flotando en aguas turquesas delante de una playa interminable. Allí encontramos gente muy interesante, la ONU entera,: canadienses, noruegos, Ingleses, franceses, alemanes, y nuestros amigos del Oroboro. Todos tenía su historia de planes cambiados. Por primera vez en tres meses tenemos contacto con alguien, se organiza una fiesta en la paya, con fogata y sin mascarillas.

El trayecto entre las dos islas principales, Antigua y Barbuda es en aguas abiertas, lejos e corales, eso significa que los peces no suelen tener ciguatera,  y aprovechamos para pescar y si picaron! Una de las veces este pequeño tiburón de la foto. Al que conseguí sacarle el anzuelo y devolverlo al mar vivo.

Barbuda es otro nivel, casi desierto, playas interminables aguas muy transparente

En esta isla los pocos turistas que vienen los traen en hidroavión y aterrizó justo al lado nuestro:

Cómo en todo el mundo, aunque nosotros hacíamos NUESTRA particular vida normal, todo sigue cerrado, ni bares ni restaurantes. La poca gente que nos cruzamos va con mascarilla y éstas tienen un toque caribeño original.

vamos navegando alrededor de la isla, unos veces fondeamos alrededor de un arrecife de coral para hacer snorkel, otras aprovechamos que hace viento para sacar el windsurf. al que le pegamos tanta tralla que acabamos rompiendo la vela, y en otra ocasión el palo.

En English harbour hicimos algunas inmersiones bonitas. Y tambien hicimos volar el dron para sacar estas espectaculares fotos.

Buceo con tortugas, mantas, muchos peces de colores, algún pecio, un poco de todo.

La verdad es que, para  ser una cuarentena y un encierro en «casa» lo pasamos muy bien.

Joaquín encontró unos vuelos que le permitieron regresar a España, y nosotros seguimos con nuestro periplo…….

 

 

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